Orando toda la noche por unos zapatos


Francisco, un creyente paraguayo, recientemente compartió su testimonio de la maravillosa provisión de Dios para sus necesidades. Y su historia se enfocó en zapatos.

“Yo nací en una familia de diez hijos. No éramos creyentes y éramos muy pobres. Yo tenía que caminar seis kilómetros para ir a la escuela. Para ahorrar dinero, yo cortaba mis hojas de papel en cuatro partes y copiaba todo lo que el maestro escribía en el pizarrón con letras diminutas. Yo usaba cada lápiz hasta que estaba tan pequeño que ya no podía sostenerlo más. En las noches yo estudiaba con la luz de la lumbre”, de esta manera comenzó Francisco su relato.

Él compartió que después llegó a ser creyente. Dejó la granja de la familia para continuar sus estudios; quería ser maestro.

“También estaba creciendo en el Señor y los hermanos me ayudaban”, continuó Francisco. Los creyentes del lugar le permitían dormir en la capilla. Dormía en un banco y se cubría con cortinas para calentarse, y cuidadosamente las volvía a poner en su debido lugar en las mañanas.

Un día, los creyentes de ese lugar le pidieron que compartiera un mensaje de la Palabra de Dios con ellos. Francisco tenía muchos deseos de hacerlo, pero sentía que había un gran obstáculo: sus zapatos.

“Yo tenía muchos deseos de compartir la Palabra de Dios, pero luego veía mis zapatos y sentía que no podía. Sólo tenía un par y los había cosido y pegado muchas veces… mis dedos se asomaban en la punta de los zapatos”.

Francisco sabía que sólo había una cosa por hacer. Él oró y clamó de esta manera: “Señor, tú sabes que yo tengo muchos deseos de predicar para ti”. “Pero ¿cómo podría deshonrarte al usar estos zapatos?”.

Durante toda la noche, Francisco oró y le pidió a Dios que le diera unos zapatos. Él le recordó a Dios que escasamente tenía el dinero necesario para comer y que realmente no tenía nada para comprar calzado.

En esa misma semana, Dios le respondió dramáticamente. “Un amigo a quien yo le había prestado dinero mucho tiempo atrás, ¡me envió un par de zapatos desde el otro lado del país!”. Y, Francisco dice, Dios hizo más de lo que él había pedido. Dios también le dio dos pares adicionales de zapatos de otras fuentes.

“Cuando me paré en frente de todos ese domingo, dije: ‘Hermanos y hermanas, tenemos un buen Dios que da buenas cosas a Su pueblo. ¡Asegúrense de pedir lo que necesitan, y de pedir con fe!’”.

Desde ese entonces, Dios ha seguido bendiciendo y usando a Francisco. Ahora él es maestro en una escuela cristiana y enseña ciencias y el Evangelio al cuerpo estudiantil que en su mayoría está compuesto por incrédulos. El misionero Elijah Hall informa: “Francisco es activo en la iglesia local, y él y su dulce esposa están esperando su primer hijo; somos bendecidos al tenerles en la familia del Señor”.

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