Muchos de nosotros hemos escuchado acerca de este tema, y uds me podrían decir el significado de acuerdo a su percepción, que sería en algunos casos semejantes al mío, pero no iguales, porque hemos experimentado distintas situaciones.
Pero más que nuestras definiciones, “De tal manera me amó Dios a mí, que entregó a su hijo unigénito, para que sí creo en él no me pierda más, tenga vida eterna” (Juan 3:16). Quiero compartir contigo, como Dios me amó y se entregó por mí.
Hace un tiempo pasé un periodo en depresión, lloraba todas las noches, y sentía un profundo dolor. Sentía que alguien no me amaba. Quizás pienses que se trata de un chico, pero no, era una amistad, y una amiga. Es que muchas veces para nosotros significa tanto algo, y en mi caso, la amistad significaba mucho que me di por completa.
Pero quienes somos nosotros que ponemos expectativas tan altas en alguien, que le exigimos que debe comportarse y esperamos tanto de una persona que dejamos a un lado al amor y damos paso a los caprichos y exigencias. Yo estaba equivocada.
Jesús, siendo rico, se hizo pobre y decidió venir por el rescate de muchos. Fue llevado a una cruz, torturado, humillado, dio su sangre y se entregó por completo por alguien como yo. Por la joven equivocada en sus caprichos y exigencias. Él se dio voluntariamente. No esperaba que me voltease a verlo, no esperaba que reconociera su sacrificio, no esperaba que tomara un tiempo para estar con él, simplemente lo hizo a expensas de que simplemente no tuviera tiempo para él.
Muchas veces pensamos que la contraparte del amor es el odio, pero me inclino a pensar en que sería la indiferencia. El hecho de no importarme, de mi independencia y mi auto-sustentabilidad.
Jesús pudo simplemente decir paso de esto. Él sabía lo que venía. Pero aún en el monte de Getsemaní dijo “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Él decidió cumplir con el propósito de Dios, aun negando su voluntad.
Cuando hablamos de Amor, hablamos de entrega, sacrificio y libertad. Jesús lo hizo. Cruzo las barreras del odio y la indiferencia con amor. Andaba con mentirosos, con los pobres, con las prostitutas, con los enfermos, con los engañadores, con las viudas, con ladrones, con el desamparado, con pecadores arrepentidos. “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Marcos 2:17)
Así como perdonar es una decisión, yo me decido amar. Busca a la persona que tengas más cerca y dile, quiero aprender a amarte, aunque no tenga tú mismo rostro, aunque no tengamos los mismos intereses, aunque no piense como tú, aunque no quiera estar contigo, quiero aprender a Amarte tal y como Jesús lo hizo conmigo.
Todos somos miembros del cuerpo de Cristo. Aun cuando nos descarriamos, Él mete su mano, porque conoce lo que viene más adelante. Y necesitamos ser sanados. Hay muchas cosas dentro de nosotros que necesitan restaurarse y levantarse. La obra de la cruz, lo pago.
Jesús lo hizo por mi vecino, por el ingeniero, por el arquitecto, por el contador, por el barrendero, por mi familia, por el ama de casa, por todos los que conforman esta raza humana.
Debemos cruzar las líneas de amor, como él lo hizo. Es muy fácil juzgar, criticar, murmurar y señalar. Es sencillo cuando observamos desde mi perspectiva y no desde los zapatos de otra persona. Pero a través del amor, cruzamos toda diferencia, el egoísmo, la soledad, mi punto de vista.
Qué tal si dejamos de mirar de arriba abajo a la ramera, si dejamos de señalar al homosexual y murmurar del infiel. A veces cortamos a las personas, pero la espada jamás corta a nuestro lado. Jugando a tener ojos santos, pero con manos sucias y corazones divididos.
La parábola del buen samaritano nos enseña que no se trata de color, de religión, de cultura ni de lengua para ser un buen samaritano. Qué tal si salgo de mi justicia y dejo a la justicia de Dios y abro camino en medio de mis diferencias.
Pido a Dios que nos ayude a recordar que todos al menos somos el menor de los ladrones. Que dejemos de juzgar al herido. Concluyo con “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de verdad” (1 juan 3:18)
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