En las sombras observamos a un hombre llorando, no es un hombre ni llanto común, es Pedro que llora amargamente. No sabemos que fue peor, haberlo negado no una, sino tres veces; haber dicho que nunca lo haría (Marcos 14:26-31 “29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no... 31 Más él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré.”) o haber maldecido (“Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis” Marcos 14:71). Aquella noche, Pedro seguía a Jesús y mientras se calentaba de pie en el patio de Anás, negó a su maestro. Me imagino aquella escena donde narra Lucas 22:60-62 “Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que me dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto al Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces, Y Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente”.
Así como Pedro, nos ha pasado a nosotros, prometimos no hacer algo, no volver a mentir, no volver a robar, no adulterar, no caer en lascivia, no volver a… Hemos hecho tantas promesas vacías, que solo se quedaron en palabras y ahora lloramos amargamente.
Es un recuerdo que martilla constantemente nuestra mente, sabemos que le fallamos a Dios, pero ¿Como volver al redil? Es tan duro, el sentido de culpabilidad. Pero algo, de lo que estoy segura, es que necesitamos una nueva oportunidad. Necesitamos que nuestro héroe, venga por nosotros y nos diga una vez que todo marchara bien. Necesitamos urgentemente a Jesús.
Pedro, una vez que lloro, hizo lo que mucho de nosotros ha hecho, volvió al mar, a pescar. Y déjame decirte que hay muchos Pedros por allí, en las sombras, deprimidos, desconsolados, apartados del redil, anhelando volver a escuchar esa voz que calmaba sus temores. Pero ¿Qué hace Jesús? Invito a sus discípulos a comer. Si, aquellos que lo habían negado, que tenían miedo y se habían escondido. Esta es justamente la oportunidad para redimirlos y prepararlos para la gran comisión.
La Escritura dice “… Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciño la ropa, y se echó al mar”. Era la tercera vez que Jesús se le había manifestado a sus discípulos, pero esta vez, después de haber comido, fija sus ojos en Pedro y le dijo: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo….” (Juan 21:15-19) y así declara tres veces, su convicción, redimiéndose de las tres veces que lo negó.
No regreses y te revuelques en el lodo, Jesús este día te invita así como una vez Pedro, a que te sientes en la mesa. Es una nueva oportunidad. Pedro fue restaurado y pudo cumplir con el llamado que tenía por delante, tú también puedes salir de esta situación y levantarte en el nombre de Jesús. No es el fin de tus sueños, el Señor tiene pensamientos favorables para ti, vamos, si una vez dejaste todo por seguirlo a él, es porque eso que dejaste atrás no valía la pena, no lo retomes, tómale la mano al maestro y sigan caminando juntos.
Así como Pedro, nos ha pasado a nosotros, prometimos no hacer algo, no volver a mentir, no volver a robar, no adulterar, no caer en lascivia, no volver a… Hemos hecho tantas promesas vacías, que solo se quedaron en palabras y ahora lloramos amargamente.
Es un recuerdo que martilla constantemente nuestra mente, sabemos que le fallamos a Dios, pero ¿Como volver al redil? Es tan duro, el sentido de culpabilidad. Pero algo, de lo que estoy segura, es que necesitamos una nueva oportunidad. Necesitamos que nuestro héroe, venga por nosotros y nos diga una vez que todo marchara bien. Necesitamos urgentemente a Jesús.
Pedro, una vez que lloro, hizo lo que mucho de nosotros ha hecho, volvió al mar, a pescar. Y déjame decirte que hay muchos Pedros por allí, en las sombras, deprimidos, desconsolados, apartados del redil, anhelando volver a escuchar esa voz que calmaba sus temores. Pero ¿Qué hace Jesús? Invito a sus discípulos a comer. Si, aquellos que lo habían negado, que tenían miedo y se habían escondido. Esta es justamente la oportunidad para redimirlos y prepararlos para la gran comisión.
La Escritura dice “… Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciño la ropa, y se echó al mar”. Era la tercera vez que Jesús se le había manifestado a sus discípulos, pero esta vez, después de haber comido, fija sus ojos en Pedro y le dijo: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo….” (Juan 21:15-19) y así declara tres veces, su convicción, redimiéndose de las tres veces que lo negó.
No regreses y te revuelques en el lodo, Jesús este día te invita así como una vez Pedro, a que te sientes en la mesa. Es una nueva oportunidad. Pedro fue restaurado y pudo cumplir con el llamado que tenía por delante, tú también puedes salir de esta situación y levantarte en el nombre de Jesús. No es el fin de tus sueños, el Señor tiene pensamientos favorables para ti, vamos, si una vez dejaste todo por seguirlo a él, es porque eso que dejaste atrás no valía la pena, no lo retomes, tómale la mano al maestro y sigan caminando juntos.
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